En las afueras de la población, muy cerca, por el camino de la Coronada nos encontramos un oasis de vida permanente.

Es un lugar de gran belleza natural, con el agua siempre presente y un pequeño número de grandes árboles y otros más jóvenes son el complemento perfecto. Lugar refrescante sólo con la mirada y un espacio para estar.

El origen es incierto y su nombre  se atribuye a San Sebastián, ya que se sitúa en el mismo camino que la cercana y desaparecida ermita.

En torno a la laguna se han instalado diversos elementos que ordenan el espacio: vallas de madera, sobras, mesas y bancos, alguna fuente y  una balconada de madera que se adentra unos metros en el agua.

Aquí podemos permanecer largas horas en la contemplación de los matices del paisaje, de encantadoras puestas de sol o de la vida de las muchas aves, anfibios y algún mamífero que se acerca o vive entorno a la laguna.

Puede ser destino de un pequeño paseo desde la población, o parada en recorridos más largos que podemos plantearnos hacer sin salir muy lejos. También un lugar donde merendar, comer o disfrutar de un pequeño aperitivo que podamos llevar.

Sin duda la primavera es el momento del que podemos disfrutar mejor este recurso, pero a lo largo del año se producen días y momentos en que podemos contemplar escenas que creemos imposibles o muy lejanas.

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